Bioarquitectura es el nombre que recibe el empleo de materiales naturales como la tierra y las fibras vegetales usados para la construcción, en contraposición a materiales convencionales como el ladrillo y el cemento que contribuyen a la contaminación y dañan el medio ambiente y la salud de las personas
La Paz, 17 de diciembre (ANA).- El empleo de materiales naturales como la tierra y las fibras vegetales para las edificaciones trae grandes beneficios en cuanto a la resistencia y durabilidad de la construcción, así como las ventajas que conlleva para la salud humana en cuanto a que la tierra, entre otras, tiene propiedades térmicas, en total oposición a los materiales de construcción convencionales como el ladrillo y otros semejantes, siendo así que esa provechosa modalidad recibe la denominación de bioarquitectura.
Precisamente en un reciente seminario desarrollado en la Sede de Gobierno por colectivos ambientales, se efectuó esta temática relativa al elemento tierra, siendo así que bajo esas premisas se definió a la bioarquitectura como “una forma de proyectar construcciones que se basa en principios naturales, utilizando materiales y recursos locales disponibles en el ecosistema donde se construye, como la tierra, la madera o las fibras vegetales y que se inspira, recupera y mejora técnicas tradicionales”.
Y es que bajo esta visión se estima a la tierra como el material “más humilde y ecológico”, siendo de carácter invaluable y al alcance de la mano. Simplemente cabe remontarse a los bloques de tierra para edificaciones, los llamados adobes, altamente diversos y de notable calidad. Material que, sin embargo, no ha sido suficientemente valorado por los constructores y contrariamente, pese a su enorme durabilidad, resistencia y eficacia, fue desechado o relegado a un segundo plano.
Material vivo vs. material contaminante
Respecto a ello rescatamos la visión de Pacha Yampara, una profesional en arquitectura, quien promueve el empleo de la tierra en la construcción y valora todo el material de procedencia natural.
“…a veces simplemente lo reducimos y decimos ¡ah, es que son barro! Y el barro, científicamente hablando, dentro de todo lo que son las bases de la tierra como material de construcción es una de las cinco que conocemos a nivel mundial, entonces acá, en el altiplano, se trabajaba con dos técnicas constructivas preponderantemente que son el adobe y la tapia…por el confort térmico, la masa que tienen estas técnicas que son macizas, hacían que nosotros recibamos el calor, ese calorcito del sol, por sobre todo, y luego en la noche se irradiaba…”
Muchas prácticas constructivas actuales incurren en riesgos que las tornan inseguras, peligrosas, “han sido impuestas por grupos de presión creados por empresas multinacionales fabricantes de materiales industriales y son esencia de nuestro estilo de vida”, y se tornan en un factor que las constituye en emisoras de gases de efecto invernadero (GEI) porque además provocan que se consuma excesivamente recursos energéticos de origen fósil.
“Entonces ahí la tierra recobra una gran importancia, porque finalmente, si nosotros reflexionamos, la tierra es el único material vivo que nos da todas estas propiedades sin costo alguno, porque lo tenemos o lo teníamos bajo nuestros pies, sobre todo en el área rural lo tenemos todavía bajo nuestros pies, y ese es un factor muy importante pero que al sistema no le conviene que nosotros seamos conscientes de esto porque vamos a quebrar un gran potencial que son justamente los materiales de construcción (convencionales), el ladrillo, el hormigón…”, especificó la profesional.
Y es que en la elaboración de ladrillos son liberados humos con monóxidos de carbono, dióxidos, hidrocarburos y partículas de origen orgánico, con efectos que podrían ser cancerígenos, el proceso de producción emplea combustibles altamente contaminantes, que generan dioxinas y furanos, distintas especies de hidrocarburos, volúmenes masivos de partículas, monóxido de carbono, óxidos de azufre y de nitrógeno, contaminando la atmósfera, cuerpos de agua y suelo (Universidad de Guadalajara).
Por su parte el cemento el cemento es responsable de entre el 4% y el 8% del dióxido de carbono (CO2) mundial. Entre materiales, solo el carbón, el petróleo y el gas son la fuente más grande de gases de efecto invernadero, pueden aparecer ampollas, piel muerta o endurecida, o piel negra o verde. En casos severos, las quemaduras químicas del cemento pueden extenderse al hueso y causar cicatrices que pueden desfigurar o causar discapacidades (Texas Departamento of Insurance).
Todo ello, descontando los daños respiratorios que suelen causar estos materiales convencionales, tanto en los mismos albañiles que trabajan con el mismo, ya sea en su elaboración, transporte como en el mismo proceso de edificación, ya sea de inmuebles, puentes, vías, etc.
Muros que respiran
En ese sentido y en referencia al material de construcción que viene a ser la tierra, se estima que los muros de tierra “respiran”, lo que vendría a constituirse en una de sus características que es la permeabilidad al vapor, como su particularidad de resistencia para varias funciones, así como su capacidad estética en cuanto a producir muchas texturas y colores, inclusive regula la humedad relativa interior, permitiendo que se adecúe a personas con problemas respiratorios.
“A diferencia del cemento, del ladrillo, la tierra tiene un bajo impacto ambiental, entonces creo que ahí tenemos que hablar, tenemos que primero ser abiertos para hablar de la tierra como material de construcción porque para muchos académicos, arquitectos sobre todo, es un material que no sirve, para la misma sociedad, porque nos han metido en la cabeza tan profundamente ese estigma de que la tierra no sirve, le llega el agua y se desbarata…claro, si tú no sabes reconocer el tipo de tierra puede pasar eso, pero si sabes cómo tiene que protegerse y cómo actúa la tierra…”
Al respecto la arquitecta Yampara ejemplificó el caso de las chullpas, esas construcciones de carácter mortuorio de procedencia precolombina y que tienen centenares, miles de años y se mantienen hasta el presente, pese a no haber sido restauradas en ninguna oportunidad, “entonces cuando me dicen que la tierra no aguanta, entonces les digo , ‘y las chullpas cómo están aguantando más de mil años’, es el testimonio vivo de una cultura de construcción y que es una técnica constructiva que ni siquiera conocemos como arquitectos…”.