El deshielo, el retroceso de los glaciares avanza y los recientes incendios forestales contribuyeron a profundizarlos, la reducción de la lengua glaciar supera los 50 metros, luego hay sequías, disminución del agua dulce, etc. ¿Cómo revertir todo eso?
La Paz, febrero de 2024.- Los resultados obtenidos de mediciones a las capas de nieve y hielo son alarmantes pues todas las señales de medición frontal obtenidas durante los últimos años indican un retroceso de la lengua glaciar que supera a los cincuenta metros lineales, provocando un notorio impacto sobre el clima, disminución del agua dulce e incremento de la erosión, entre otras secuelas.
Se trata de un trabajo de campo efectuado por la décima campaña de mediciones, en el marco del proyecto de seis años de monitoreo glaciológico del Nevado Chachacomani, investigación conjunta del Servicio Glaciológico Lombardo (Italia) y de la Unidad académica Campesina paralelo Peñas de la Universidad Católica Boliviana, carrera de Turismo Sostenible, curso de Técnico Superior en Turismo de Aventura.
El Chachacomani es uno de los nevados más altos de los Andes, su cima está a una altura de 6074 m.s.n.m., es parte de la Cordillera Real, al sureste del lago Titicaca. Ubicado entre las provincias Los Andes y Larecaja, se trata de un macizo enclavado entre el Illampu-Ancohuma y el Condoriri.
Inclusive, gracias a las balizas ablatométricas (objetos utilizados para indicar una parte de algo, en este caso de los glaciares del Chachacomani) que fueron empleadas en este último tiempo por los estudiantes de la carrera de Técnico Superior en Turismo de Aventura, se ha podido evidenciar situaciones en las que se registra la pérdida de más de ocho metros de hielo en algunas de las superficies involucradas. En ese sentido transcribimos textualmente parte del informe relativo a esa investigación.
“Las pérdidas anuales se miden en decenas millones de metros cúbicos equivalente agua irremediablemente perdidos. Los años marcados por el fenómeno de El Niño son especialmente negativos para el glaciar Chachacomani conllevando periodos de sequía prolongada y una época de lluvias tardía e insuficiente. Los incendios forestales empeoran esta situación y aceleran la fusión (derretimiento): al depositarse sobre la nieve una capa de cenizas – oscuras – ella pierde en gran medida su “albedo” que es la capacidad de reflejar los rayos solares”.
Pero ¿cómo se realizó esta aventura, estudio e investigación a la vez?
Ciencia y aventura
En una fría madrugada, entusiastas estudiantes salen de sus carpas en los pedregales graníticos del cerro Wari Umaña, un lugar sorprendentemente acogedor, normalmente poblado de muchas vizcachas panzonas y algunos venados huraños. Si bien algunos aún refunfuñan un poco por la baja temperatura, el sueño cortado o la incomodidad de las botas de plástico, todos van arrancando el día.
Y es que hay que cocinar derritiendo hielo en las ollas, alistar los equipos de seguridad, cargar los datos y coordenadas a los GPS. Los acompañan, a veces instruyen, amigos llegados desde Italia. Cuando sale el sol, el mate ya está hirviendo. Tiene el pan marraqueta la maravillosa capacidad de volver a ablandarse expuesto al vapor, lo cual permite desayunar mejor que en casa a pesar de la distancia que divide de los centros poblados.
Los dos días precedentes fueron cansadores, ricos en emociones y aprendizajes. El lunes partieron de Alto Cruz Pampa veintiocho burros cargados de alimentos, combustible, materiales técnicos y aparatos científicos. El martes se armó el campamento de altura a orillas del glaciar, con casi cincuenta rotaciones de porteadores…y para muchos estudiantes un esfuerzo mucho más considerable del requerido para aprobar la materia.
También se han realizado las observaciones fotográficas, trepando por arenales y laderas a veces inestables hasta los puntos designados para realizar los estudios. Una vez satisfecho el estómago vuelan las primeras bromas. Chicos y chicas, italianos y bolivianos. Los más jóvenes tienen 18 años, los más mayores 65. La alegría es inevitable y bienvenida. Se arman las cordadas, mezclando edades y nacionalidades, siempre al mando de algún experimentado.
Los primeros grupos
Sale el grupito “de punta” bajo la responsabilidad de Ever (sin “h” y con la “v” chica) Mamani Quispe. Son cuatro integrantes jóvenes, robustos y entrenados (una dama y tres varones): de hecho, ya trabajan ocasionalmente como guías. Se dirigen por la ruta más directa hacia la parte alta del glaciar, el denominado sector de acumulación, donde las capas de nieve, amontonándose una sobre otra, van generando el hielo celeste.
Llevan sondas para medir la profundidad de la nieve, dinamómetros, termómetros para el análisis nivológico y generosas cantidades de yupi para preparar deliciosos raspadillos artesanales cuando el astro diurno pegue con más fuerza.
Media hora después parte un segundo grupo de andinistas liderado por Heber (con “h” y con la “b” gorda) Mamani Mamani. Les toca la parte baja de la lengua glaciar, el denominada sector de ablación donde como un grandísimo rio congelado, el hielo va fluyendo hacia abajo, hasta romperse en caídas de bloques en una laguna de reciente formación, color de la leche. De la laguna el agua corre hacia amplios bofedales que alimentan al Rio Keka y a toda la cuenca de Achacachi.
Al estar el glaciar descubierto de nieve, el avance resulta más dificultoso con grietas, ríos que recorren la superficie de los glaciales, también hay bellas cuanto fastidiosas formaciones de puntiagudos penitentes (formaciones de hielo similares a encapuchados) que obligan a colocar los crampones en extrañas torcidas posiciones y ocasionalmente asegurar con la cuerda el descenso de los menos expertos.
El trabajo del segundo grupo consiste en ubicar las balizas ablatométricas, estacas graduadas plantadas en la superficie del glaciar, y medir el derretimiento. Es moroso en cuanto el movimiento del glaciar lleva a las balizas hacia abajo, otras estacas quedan tapadas por nevadas, o aplastadas en las grietas. También hay que reemplazar algunas balizas con chorros de agua caliente que perforan hasta 12 metros, que es el tamaño promedio de las balizas. Ello se hace empleando dispositivos especiales.
Finalmente, un último equipo se dedica a medir la franja que divide roca y hielo, el denominado “frente” del glaciar. Los puntos de referencia son marcados en el terreno y en los mapas, los azimuts (ángulo que forman el Norte geográfico y la proyección vertical de un cuerpo celeste) deben ser constantemente actualizados para seguir proveyendo datos fidedignos, año tras año.
Está encargado de este grupo Alessandro Galluccio, de Milano. Alessandro se asemeja a un científico naturalista de los tiempos antiguos: camina a todos lados agarrado su tableta de apuntes, con una brújula colgada del cuello cubierto de barbas blancas. Cumplidas las mediciones frontales el grupo decide medir la altura del acantilado glaciar que domina la laguna, lo cual arrojará datos útiles sobre el espesor de la masa de hielo.
Ya bien entrada la tarde, mientras algunas nubes venidas de las tierras bajas se asoman amenazando por detrás de las crestas, todos pueden reunirse a secar sus equipos y a sí mismo en la espaciosa carpa cocina. Se comparten los datos, el profesor se encarga de trasladar los apuntes de hojitas sueltas a un presentable cuaderno. Las fotografías testigo son transferidas de celular en celular, para asegurarse de no perder ninguna información valiosa.
Créditos:
Iveth Guzman Curcuy, directora de carrera UAC Tiahuanacu paralelo Peñas UCB
Davide vitale, facilitador turismo de aventura UAC Tiahuanacu paralelo Peñas UCB