Los huertos urbanos desempeñan un papel crucial en la construcción de resiliencia frente a los desafíos ambientales y climáticos
Por: Adriana Gutiérrez Ampuero
Los huertos urbanos van ganando espacio en medio de las junglas de concreto que se erigen en forma de edificios en las grandes ciudades, pero también en los patios áridos y desolados de las zonas periurbanas del país; se han convertido en mecanismos de resiliencia frente al cambio climático, la pandemia y la crisis económica. Este movimiento de rebeldía frente al individualismo citadino, busca garantizar la seguridad alimentaria familiar, pero todavía no halla acompañamiento en las políticas públicas.
En entrevistas a expertos en el campo, como Jessica Agüero, cooperante de la Asociación de Organizaciones de Productores Ecológicos de Bolivia -una voz influyente en el ámbito de la agricultura urbana- podemos entender la magnitud de este movimiento y su impacto en nuestras ciudades.
“Los huertos urbanos no son solo espacios para cultivar alimentos frescos y saludables; son centros de comunidad y encuentro. En estas parcelas de tierra entre edificios, vecinos de diversas procedencias se unen para sembrar y cosechar juntos. Es un acto de rebeldía contra el individualismo urbano y una afirmación de nuestra capacidad para producir nuestra propia comida de manera sostenible”, especifica Agüero.
En las junglas de concreto la conexión con la naturaleza se ha vuelto un lujo del pasado, sin considerar que ya es presente. Nos hemos distanciado de la fuente de nuestros alimentos, olvidando de dónde vienen, cómo se producen y qué impacto tienen en nuestro entorno. Los huertos urbanos emergen como una respuesta a esta desconexión, un recordatorio de la importancia de cuidar y comprender el ciclo de la vida que nos sustenta.
Además de su valor social, los huertos urbanos desempeñan un papel crucial en la construcción de resiliencia frente a los desafíos ambientales y climáticos. En un mundo afectado por la escasez de recursos y el cambio climático, la capacidad de producir alimentos localmente se vuelve fundamental. Los huertos urbanos ofrecen esta oportunidad, fortaleciendo la seguridad alimentaria y reduciendo la dependencia de cadenas de suministro largas y vulnerables.
Desde Ciudad del Cabo hasta Maputo, desde Berlín hasta Quito, los huertos urbanos están floreciendo en todas partes del mundo, demostrando su capacidad para transformar paisajes urbanos y mejorar la calidad de vida de las comunidades. Estos oasis verdes nos recuerdan que, incluso en medio del bullicio de la ciudad, podemos encontrar paz, conexión y esperanza en la tierra que cultivamos juntos.
Sin embargo, el camino hacia una mayor adopción de los huertos urbanos no está exento de desafíos. La falta de planificación urbana adecuada ha llevado a la pérdida de tierras agrícolas y al crecimiento desordenado de las ciudades, pero los huertos urbanos representan una oportunidad para reconectar y re imaginar nuestras comunidades, puntualiza Agüero.
A medida que nos enfrentamos a una realidad donde más del 60% de la población mundial vivirá en ciudades para el 2033, los huertos urbanos se presentan como una parte crucial de la solución, pero no la única. La diversificación de nuestras fuentes de alimentos y la inversión en infraestructuras sostenibles son pasos necesarios para construir un futuro alimentario más justo y resiliente.
Los huertos urbanos no solo nos invitan a cultivar plantas, sino también a sembrar la semilla del cambio en nuestras comunidades y políticas públicas. Son recordatorios de que, incluso en medio del bullicio de la ciudad, podemos encontrar paz, conexión y esperanza en la tierra que cultivamos juntos.
Del chuño a la frutilla: la historia de una cultivadora de Laja
Rebeca Calle Cuevas que vive en Laja, una zona periurbana de La Paz, se encontraba en una situación desafiante: sola, con su madre enferma, hermanos en la escuela y un terreno árido en el altiplano paceño. Pero con determinación y esfuerzo, decidió emprender la aventura de cultivar un huerto urbano. Removió la tierra, construyó desde cero y, con la ayuda de su tío, transformó un paisaje desolado en un próspero huerto.
Al principio, muchos dudaban de la viabilidad de cultivar en esa región, donde tradicionalmente se dependía principalmente de papas y chuño. Sin embargo, Rebeca desafió esas expectativas y plantó acelgas, apios, lechugas y más. Su esfuerzo dio frutos, literalmente, y pronto disfrutaba de una variedad de hortalizas frescas, incluso frutillas, en su propio campo, Rebeca notó un cambio significativo en su entorno.
Las mujeres de la comunidad, antes relegadas a roles domésticos, estaban despertando a nuevas posibilidades. Se estaban empoderando, aprendiendo a producir sus propios alimentos y a cuestionar las normas de género impuestas. El huerto se convirtió así en un símbolo de cambio y progreso en la comunidad.
Para Rebeca, el huerto no solo representaba una fuente de alimento fresco y saludable, sino también una oportunidad económica. Planea expandir su producción y comenzar a vender sus productos, lo que no solo generaría ingresos para su familia, sino que también le permitiría seguir ayudando a su madre y contribuir al hogar.
Al reflexionar sobre su experiencia, Rebeca desafía a aquellos que creen que es imposible cultivar en condiciones adversas. Su mensaje es claro: con dedicación y pasión, lo imposible se vuelve posible. Ahora, su familia disfruta de una alimentación más variada y nutritiva, y Rebeca está ansiosa por seguir cultivando su huerto y su futuro.
Marcelino desafió los mitos del altiplano
Marcelino comparte su experiencia sobre cómo un huerto urbano ha transformado su vida y su comunidad en el Departamento de La Paz. Antes de involucrarse en el proyecto, Marcelino veía la necesidad de producir alimentos como una prioridad, y una vez que se unió al proyecto de Prodia Sur, una fundación que trabaja con sistemas agroalimentarios sostenibles, encontró una oportunidad emocionante para no solo abastecerse de alimentos, sino también para vislumbrar un futuro más próspero.
Para Marcelino Lazo, originario de Laja, el huerto no solo representa una fuente de alimentos, sino también una nueva forma de vida. La atención constante que requieren las plantas en el huerto ha creado nuevos hábitos y responsabilidades, pero también ha infundido esperanza y expectativas de un futuro más prometedor. El huerto no solo proporciona alimentos frescos, sino también un sentido de pertenencia, trabajo y significado.
Al principio, Marcelino sembró una variedad de vegetales como zanahorias, lechugas y acelgas, proporcionadas por Prodia Sur. Con el tiempo, ha ampliado las posibilidades de su huerto, desafiando los mitos culturales de que solo se puede cultivar papa en el Altiplano. Marcelino está rompiendo con estas ideas preconcebidas y demostrando que es posible cultivar una amplia variedad de alimentos en esta región.
“Una actividad que une a la familia”
La historia de Eusebía Rojas es un testimonio de superación a través de los huertos urbanos. Originaria de la comunidad de Capacaxi, en la provincia de Los Andes, municipio Laja, Eusebía comparte cómo la iniciativa de los huertos ha transformado su vida y la de su familia.
Para ella, el huerto no solo representa una fuente de alimentos frescos y saludables, sino también un medio para fortalecer los lazos familiares. Aunque su esposo trabaja lejos y ella tiene la responsabilidad de cuidar a sus nueve hijos, ha encontrado en el huerto una actividad que une a su familia y les enseña el valor del trabajo duro y la perseverancia.
A pesar de los desafíos como la falta de agua durante la sequía, Eusebía no se ha dado por vencida. Sueña con expandir su huerto y poder vender parte de su cosecha en el mercado local, lo que le permitiría mejorar su situación económica y seguir alimentando a su familia con productos saludables y naturales.
“Una oportunidad para cambiar la vida”
Doris Alfaro Chavarría, residente del municipio de Viacha, encontró en los huertos urbanos una oportunidad para cambiar su vida. Su interés por la agricultura surgió desde siempre, pero fue con la llegada de la institución Prodiasur cuando pudo darle forma a su pasión.
Al unirse al programa de huertos urbanos, Doris vio la posibilidad de transformar un espacio desaprovechado en su hogar en un próspero huerto familiar. Desde entonces, hace aproximadamente año y medio, su vida ha experimentado un cambio significativo.
Gracias a su dedicación, ahora disfruta de una alimentación más saludable, cultivando lechugas, cebollas y otros vegetales que consume diariamente. Su huerto, bautizado como «Potosimanta» en honor a su ciudad natal, no solo le proporciona alimentos frescos, sino también una conexión especial con la naturaleza.
Con su voz llena de entusiasmo, Doris comparte sus experiencias y consejos, destacando la importancia de enseñar a las generaciones futuras sobre la importancia de la agricultura y la conexión con la naturaleza. Su huerto, un pequeño oasis en medio de la ciudad, es un ejemplo inspirador de cómo el amor y el cuidado pueden transformar no solo un espacio físico, sino también vidas enteras.
“Una solución a los desafíos de la pandemia”
En el bullicioso barrio urbano zona Mariscal Santa Cruz de Viacha, un pequeño oasis verde, se encuentra el huerto familiar de Isidora Merma. Para ella el huerto familiar no solo representa una fuente de alimentos frescos y saludables, sino también una solución a los desafíos de la pandemia. Antes, el viaje hasta el mercado más cercano era largo y agotador, pero ahora, con su propio huerto a solo unos pasos de distancia, la situación ha cambiado radicalmente.
Con una extensión modesta pero diversa, Isidora cultiva una variedad de hortalizas, desde lechugas hasta chiltos, que satisfacen las necesidades de su familia y le permiten compartir con sus vecinos. Este acto de generosidad, alimentado por la abundancia de su huerto, ha fortalecido los lazos comunitarios y creado una red de apoyo vecinal.
El trabajo en el huerto no ha sido fácil, especialmente para Isidora, quien enfrenta desafíos de salud propios y de un ser querido. Sin embargo, con la ayuda de los ingenieros de Prodiasur y su propia determinación, ha superado los obstáculos y ha encontrado en el cultivo una terapia que nutre tanto el cuerpo como el alma.
La transformación en la alimentación de su familia es evidente: de depender de alimentos procesados y costosos, ahora disfrutan de comidas frescas y nutritivas, preparadas con amor y cuidado directamente del huerto. Además, la experiencia ha despertado un interés renovado en la cocina, con recetas creativas que incluyen queques de acelga y betarraga, entre otros platos saludables.
Isidora también vislumbra un futuro sostenible y esperanzador, donde más familias de áreas urbanas puedan seguir su ejemplo y cultivar sus propios alimentos. Con cada visita a la Fundación y cada taller compartido, ella se convierte en un faro de inspiración para aquellos que sueñan con transformar sus espacios urbanos en oasis de verdor y vida. Su mensaje es claro: el huerto familiar no solo alimenta el cuerpo, sino también el espíritu y la comunidad.
Además de proporcionar una fuente local y sostenible de alimentos frescos y saludables, los huertos urbanos desempeñan un papel vital en la conservación del medio ambiente urbano. Al adoptar prácticas agrícolas ecológicas y técnicas de cultivo sostenibles, estos espacios contribuyen a la mejora de la calidad del aire, la captura de carbono, la conservación de la biodiversidad y la protección de los recursos hídricos, ayudando así a mitigar los efectos del cambio climático y la contaminación ambiental.
Transformando vidas en Cochabamba
Alberto Cárdenas, coordinador del programa de la región metropolitana de la Fundación AGRECOL Andes, nos sumerge en el mundo de esta organización dedicada al desarrollo agropecuario local.
Con 22 años de trayectoria en Bolivia, la Fundación se ha destacado por su compromiso con la agricultura familiar en áreas urbanas, periurbanas y rurales, especialmente enfocada en la agricultura ecológica y la gestión de riesgos. Desde la producción hasta la comercialización, pasando por la seguridad alimentaria y la incidencia política, la Fundación abarca un enfoque holístico para promover una agricultura más justa y saludable para todos.
Una de las principales iniciativas de la Fundación es el apoyo a los productores para obtener la acreditación bajo la ley 3525 de sistemas participativos de garantía, facilitando su acceso a ferias ecológicas y convencionales. Este enfoque integral no solo mejora la dieta y seguridad alimentaria de los agricultores, sino que también les brinda oportunidades para generar ingresos adicionales, especialmente crucial en tiempos difíciles como los de la pandemia, donde la agricultura urbana y periurbana se ha vuelto vital para abastecer a las ciudades.
La Fundación no se limita solo a la producción, sino que también se enfoca en capacitar a los productores en técnicas innovadoras, como la deshidratación, adaptándose a las tendencias alimentarias y las necesidades del mercado. Además, fomenta la colaboración entre organizaciones y la articulación con el gobierno para obtener un mayor apoyo a la agricultura ecológica, siempre con un enfoque en la sostenibilidad y el respeto por la naturaleza.
Nely Camacho, una mujer cuya vida dio un giro en 2019 al unirse a la Fundación Agricolandes, pasó de una vida centrada en la producción de flores, sumergida en el uso de pesticidas y químicos, a embarcarse en la agricultura ecológica. La pandemia detuvo su negocio familiar, llevándolos a replantearse su forma de vida. A pesar de los desafíos económicos y la resistencia de los consumidores, Nely y su familia encontraron una nueva pasión en el cultivo de alimentos orgánicos.
Ahora, junto con su familia, cultiva una variedad de productos saludables, transmitiendo a sus hijos el valor de una vida en armonía con la naturaleza. Aunque el camino ha sido difícil, destaca la importancia de concientizar a los consumidores sobre la verdadera naturaleza de los productos ecológicos. A través del Sistema Participativo de Garantía (SPG) Cercado, del cual forma parte con 49 mujeres y 4 hombres, están promoviendo una cultura de consumo consciente y sostenibilidad ambiental en Cochabamba.
Sin embargo, Nely reconoce que la lucha está lejos de terminar, con la falta de apoyo de las autoridades y la urgencia de concienciar a la población sobre el cambio climático y la importancia de la agricultura sostenible para las generaciones futuras. En un llamado a la acción, insta a otros SPGs a seguir adelante en su lucha y a trabajar juntos para asegurar un futuro mejor para todos, porque lo que hacen hoy es para las generaciones venideras, para garantizar un mundo más saludable y sostenible para todos.
Un compromiso con el futuro en La Paz
Prodia Sur, una fundación comprometida con el desarrollo de huertos urbanos y la agricultura familiar en La Paz, Bolivia, ha desempeñado un papel crucial en el impulso de un cambio positivo en las comunidades locales, especialmente en áreas rurales donde la falta de apoyo y recursos es evidente.
Dirigida por Miriam Corrales y fundada por profesionales conscientes de las necesidades de las comunidades rurales, Prodia Sur ha enfocado sus esfuerzos en la conservación del suelo, el cuidado del medio ambiente y la promoción de la agricultura familiar. Desde sus inicios con 60 familias en cinco comunidades, han expandido su alcance a 360 familias en cinco municipios diferentes, proporcionando capacitación y apoyo técnico en técnicas agrícolas sostenibles.
Uno de los logros más notables de Prodia Sur ha sido la introducción de huertos urbanos en zonas periurbanas y urbanas, brindando a las familias la oportunidad de producir alimentos de manera sostenible. Inicialmente con 12 huertos, ahora cuentan con más de 380 en diferentes municipios, siendo una herramienta crucial para promover la seguridad alimentaria y la educación sobre la importancia de una alimentación saludable, especialmente entre las mujeres.
Además de su contribución a la producción de alimentos, los huertos urbanos han demostrado ser eficaces para promover la cohesión familiar y reducir la violencia doméstica. En casos como el de una mujer en Alto, la dedicación a su huerto ha sido terapéutica y ha contribuido a reconstruir su vida junto a su esposo.
Prodia Sur ha sido un actor clave en la transformación de las comunidades rurales y urbanas de La Paz, promoviendo la seguridad alimentaria, la sostenibilidad ambiental y el bienestar familiar a través de la agricultura urbana y la agricultura familiar. Su visión de un futuro donde las personas se alimenten mejor, cuiden al medio ambiente y vivan en armonía es un faro de esperanza para muchas comunidades en Bolivia.
Los huertos urbanos son mucho más que simples jardines; son semillas de cambio que están floreciendo en el corazón de nuestras ciudades, promoviendo la resiliencia, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad para las generaciones venideras.
Los huertos urbanos son más que simples jardines. Son espacios donde se cultiva esperanza, comunidad y un futuro más verde para nuestras ciudades.
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