Quienes explotan mineral en esas áreas cierran arbitrariamente el trayecto tanto a excursionistas como a motorizados.
La Paz, marzo de 2022 (ANA).- La mayor sorpresa fue una nueva ruta hacia la laguna Arkhata, pues anteriormente debíamos recorrer en ascenso desde Totoral Pampa y pasar junto a tres lagunas de forma escalonada para finalmente arribar a la laguna glaciar. Esta vez no fue necesario, por una ladera al suroeste del Mururata, después de que la movilidad nos dejó por el área, emprendimos una pronunciada cuesta para continuar el ascenso por una ladera pedregosa.
Ese día nuestro punto de encuentro fue a las 05.30 en el obelisco, de donde nos recogieron un par de minibuses, en esta nueva salida organizada por el Club de Excursionismo, Andinismo y Camping (CEAC), entre todos sumamos alrededor de veintitrés personas, inclusive algunos que recogimos en la zona de San Miguel, si bien demoramos casi veinte minutos allí, pues hubo que esperar a alguien que se retrasó.
Después de aproximadamente tres horas llegamos a nuestro destino, luego de recorrer por la zona sur, Cota Cota, Chasquipampa, Ovejuyo, Apaña, Uni hasta llegar a la población de Palca, a la altura de Ventilla, para enrumbar hacia el este en dirección a la montaña Mururata.
Inicio de la aventura
Luego de bajar casi hasta Totoral Pampa y de allí coger un desvío a la izquierda, se continuó por un sendero bifurcado y estrecho que se extendía por alrededor de un kilómetro, cuando de pronto hubo que descender de los minibuses porque una cadena impedía continuar. Allí comenzaba el ascenso a pie hasta nuestro destino.
Primero nos reunimos las veintitrés personas para organizarnos respecto a la caminata: se estableció quien comandaría la comitiva, quienes irían adelante y quienes atrás, así como quién iría como “escoba”, detrás de todos, verificando que no falte nadie y acompañando a los rezagados. Es fundamental mantener un espíritu de empatía. Generalmente esa tarea se encomienda a los más experimentados.
Nos fijamos como primer punto a alcanzar una explanada que era en realidad la cima de una loma, luego de tomar un respiro, continuaba el ascenso, que en realidad se puso pesado al comienzo, pero una vez que adquirimos ritmo ya no hallamos mayor problema en continuar hasta una especie de cresta (parte culminante de una elevación).
En ese trayecto hallamos a dos personas que venían de bajada: eran un guía y su cliente, un ciudadano extranjero de origen alemán, el primero nos indicó que retornaban solamente de un poco más arriba, pues una cerca de piedras les impedía continuar y además el turista estaba físicamente agotado para continuar.
Ascendiendo entre crestas y morrenas
A un ritmo más pausado y con pasos cortos proseguimos el ascenso hasta alcanzar la cresta y pudimos apreciar que evidentemente el trayecto, en casi cien metros, estaba cercado con rocas a objeto de impedir el paso. Más abajo había una senda estrecha para motorizados que también estaba trancada con una cadena asegurada por un candado. Según nos comentaron los excursionistas con los que nos encontramos, esa cadena había sido puesta por las mismas personas que realizaban trabajos de explotación minera en esa área.
Retiramos la especie de puerta que trancaba el paso y continuamos por la cresta hasta descender unos metros y proseguir hacia el este, siempre en ascenso. El espectáculo era majestuoso, si bien hubo bastante neblina mientras estábamos en el minibús, ya cuando comenzamos la marcha a pie, ésta comenzó a disiparse.
Allí en la cresta teníamos ante nosotros farallones coronados por nieves perpetuas que marcaban el sitio de nuestro destino y desde donde descendían cascadas a los acuíferos inferiores; más hacia abajo se apreciaba una enorme laguna de aguas quietas, era la laguna Kellhua Khota y hacia el suroeste podía divisarse entre las nubes, algo de la cara oriental del Illimani, aquella que no se ve desde las ciudades de La Paz, El Alto y otros sectores del área metropolitana.
Si bien las elevaciones y puntos clave , del trayecto estaban marcados por apachetas, unas pequeñas pirámides de piedra colocadas unas encima de otras como en el juego de “jenga”, era muy difícil hallar la senda pues en varios tramos se había borrado por el viento, las precipitaciones y la vegetación de esas alturas, donde predominan la paja brava, plantas espinosas y un duro musgo, aunque no faltan diminutas florecillas azules, rojizas, rosáceas y amarillas que asoman entre las rocas y la hierba.
Más adelante habían como unas siete vacas pastando (¿cómo habrán subido hasta allí?), proseguimos el ascenso cada vez más dificultoso a través de la parte alta de la ladera y por morrenas de piedras laja medianas, muchos estábamos exhaustos, pero había que continuar, más bien no estaba haciendo y el trayecto no estaba cubierto por la neblina.
Laguna glacial Arkhata
Luego de casi cuatro horas, haciendo altos de unos diez minutos hasta que se reagrupen todos, alcanzamos nuestro destino, la laguna glaciar Arkhata, a algo más de cinco mil metros de altura, el acuífero, el más alto de esa montaña, era como un espejo cuyas aguas reflejaban las coronas nevadas del Mururata, donde un islote al centro recordaba una leyenda de un sacrificio humano que se dice habría sido realizado en ese lugar.
Allí hicimos algunos vídeos, también fotos paisajísticas, selfies y los clásicos memes. Incluso alguien usó un dron para captar mejor las imágenes únicas de ese lugar. Allí nos servimos un refrigerio y no faltaron quienes aprovecharon para hacer una siesta, quizá una de las más altas en superficie a lo largo de sus vidas. Eran algo más de las 13:30, luego de cuarenta y cinco minutos en el lugar, recogimos nuestras mochilas y nos dispusimos a emprender el retorno.
Ahora el recorrido no sería el mismo que al venir, pues fue necesario bajar más hacia el sudeste, donde se hallaban las cuatro lagunas escalonadas e ir descendiendo entre laderas escarpadas, musgo, pajonales, rocas, cascadas, riachuelos y morrenas resbalosas junto a cada uno de los acuíferos: arriba la laguna glaciar Arkhata, más abajo la laguna Kellhua Khota, luego otra más pequeña a la que denominan Chiarkhota, más abajo la más grande de todas: la laguna Laramkhota (laguna azul en aymara).
Ese recorrido, pese a ser de bajada, demandó casi cuatro horas con los intervalos necesarios. Y es que había que bajar muy cuidadosamente para no resbalar ni perder el equilibrio. Desde la laguna Laramkhota había que proseguir el descenso hasta una cascada que marcaba los pies de la cara sureste del Mururata, con una verde pradera y un extenso bofedal (humedal de altura).
Un poco más abajo se encontraba la población de Totoral Pampa, allí nos esperaban los minibuses para traernos de retorno a la ciudad de La Paz, eran más de las cinco y media; si bien algunos resbalaron en los bofedales, no hubo mayor novedad. Llegamos alrededor de las 21 horas a la sede de gobierno, pero todos, aunque agotados, estaban llenos de energía para comenzar la semana y seguir adelante. (VLM)