Extinción de especies beneficiosas, daños irreparables a los ecosistemas, a la biodiversidad y a la población humana, todo eso trae esa tecnología que de ser aplicada podría provocar consecuencias irreversibles.
La Paz, diciembre de 2015 (ANA).- Impredecibles y con mayores riesgos de bioseguridad, enfermedades potenciales pero con uso y financiamiento militares y desde luego, agroindustriales son los impulsores genéticos creados para erradicar malezas resistentes a otros herbicidas; esa amenaza está siendo considerada por la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre la diversidad biológica (COP 15) cuya 15° reunión se viene realizando en Montreal, Canadá, entre el 7 al 19 de diciembre.
Creados para sustituir a las poblaciones silvestres por organismos modificados genéticamente, o incluso exterminarlas, los impulsores genéticos están diseñados para propagar en la naturaleza modificaciones genéticas creadas en el laboratorio. Los herbicidas desarrollados anteriormente como glifosato y glufosinato, en vez de erradicar la “maleza” de los cultivos agroindustriales, crearon mayor resistencia de dichas plantas a esas sustancias por lo que se produjeron otros supuestamente más eficaces, pero cuyas consecuencias están lejos de ser seguras.
En tal sentido organizaciones ambientalistas de todo el mundo mediante una campaña de adhesión buscan instar a los gobiernos a impedir la liberación en el medio ambiente de organismos con impulsores genéticos y a establecer una moratoria mundial sobre la liberación de este tipo de organismos en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas o COP 15 este 2022.
Extinción de especies
Las técnicas de ingeniería genética que se aplican para el desarrollo de los impulsores genéticos permiten al ser humano diseminar nuevos genes en el genoma de las poblaciones animales salvaje haciendo que los nuevos genes introducidos en el laboratorio se transmitan a toda la descendencia, aunque reduzca sus posibilidades de supervivencia, pues incluso podría provocar la extinción de la especie o sustituir a las poblaciones silvestres por organismos modificados genéticamente.
Y es que los primeros ensayos con esta técnica impredecible emplearía a mosquitos portadores de impulsores genéticos y probablemente se realice a partir de 2024 en Burkina Faso (país de África Occidental).
Los primeros ensayos de campo con mosquitos portadores de impulsores genéticos podrían realizarse en Burkina Faso a partir de 2024.17 Se trataría de un experimento sin ninguna garantía, pues los mecanismos capaces de controlar eficazmente un impulsor genético en la naturaleza solo existen teóricamente, pero el resultado del experimento ya no sería controlable y las consecuencias de estas manipulaciones afectarían de forma irreversible a los ecosistemas, a la biodiversidad y a las poblaciones humanas.
Armas biológicas
En consecuencia esa tecnología proyecta su aplicación en tres ámbitos: control de vectores de enfermedades, eliminación de especies invasoras de ecosistemas sensibles y control de las llamadas plagas de la agricultura, pero no hay que olvidar que la producción y comercialización de los impulsores genéticos no puede controlarse en cuanto a su propagación, ni en el espacio ni en el tiempo. Todo ello solo obedece al modelo de negocio clásico de la agroindustria que se apoya en la venta continuada de productos.
Inclusive existe el riesgo de que los impulsores genéticos sean empleados como armas biológica, su uso con fines hostiles daría lugar a profundos conflictos, pues en tal caso serían empleados para erradicar insectos que en realidad son beneficiosos para la agricultura en una región determinada.
En cualquier caso, más allá de estos análisis, es evidente que los impulsores genéticos se constituyen en un serio riesgo que en nombre de la erradicación de especies que dañan los cultivos, es capaz de crear otros males mayores. Por tal motivo la COP 15 considera este tema a fin de impedir que se patentice en los hechos tal como sucede con la contaminación con mercurio de las aguas de los ríos amazónicos, la quema y deforestación aceleradas que sufren los ecosistemas, pero todo con un común denominador: la generación de ganancias económicas a costa de la destrucción de la naturaleza. (VLM)