Entre Halloween y Todos Santos, científicos y comunicadores invitan a reconciliarse con los verdaderos dueños de la oscuridad.
La Paz, 31 de octubre (ANA).- Cuando el calendario marca el fin de octubre, los murciélagos se multiplican: cuelgan de vitrinas, revolotean en decoraciones de papel y escoltan calabazas sonrientes. Son emblemas de Halloween y, por contraste, acompañan la intimidad de Todos Santos. Pero detrás de su fama tenebrosa, estos pequeños mamíferos guardan una historia distinta: la de especies únicas que viven solo en Bolivia y que, lejos de ser criaturas del miedo, son guardianes discretos del bosque.
Esa fue la reflexión que guio el conversatorio “Mitos y realidades sobre los murciélagos en Bolivia”, organizado por la Unión de Periodistas Ambientales de Bolivia (UPAB), con la participación de Isabel Galarza, del Programa para la Conservación de Murciélagos de Bolivia (PCMB); Lizeth Siles, bióloga e investigadora del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbingy; y Luis Hernán Acosta, del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado (MHNNKM).
Por qué aprendimos a temerles
El temor hacia los murciélagos no nació con el cine, este temor viene de la Europa medieval, ya que la Iglesia los asoció con el demonio y con los espíritus del inframundo; su vuelo nocturno y su gusto por las cuevas los convirtieron en habitantes simbólicos de la frontera entre la vida y la muerte. Siglos después, Drácula de Bram Stoker consolidó el mito moderno del vampiro alado, y el cine lo exportó a todo el mundo.
En América Latina, esa herencia se mezcló con leyendas locales. En algunos pueblos del altiplano, todavía se cree que curan enfermedades o atraen fortuna si se guardan secos bajo el techo.
En nuestro país, el miedo no solo proviene del mito del vampiro europeo, sino también de costumbres locales, durante el conversatorio, la bióloga Liz Siles recordó que incluso algunos colegas evitaban trabajar con murciélagos por temor a que “se enreden en el cabello o muerdan”.
En comunidades rurales del valle de Cochabamba, relató, algunas familias pedían “matar a todos los murciélagos” porque creían que se alimentaban de la sangre del ganado o de las crías recién nacidas. “Ese miedo cambia según la región y se agrava cuando no se distingue entre las especies”, explicó.
En algunas comunidades andinas, agregó Isabel Galarza, aún se cree que los murciélagos curan el dolor de cabeza o atraen la buena suerte, y no es raro que se vendan ejemplares secos en mercados rurales. “Científicamente no hay nada comprobado, dijo, pero estos mitos persisten porque el miedo y la curiosidad se mezclan, y porque no hablamos lo suficiente de lo que realmente hacen estos animales.”
Los mitos que sobreviven

Foto cortesía: Lizette Siles / Museo de Historia Natural Alcide d’Orbingy
El miedo moderno también se alimenta de creencias persistentes, hay algunas personas aún piensan que los murciélagos chupan sangre humana o que transmiten enfermedades con solo volar cerca. Nada más lejos de la realidad. De las más de 140 especies registradas en Bolivia, solo tres son hematófagas, y ninguna se alimenta de personas y su dieta incluye pequeños mamíferos o ganado.
Tampoco es cierto que sean ciegos o que el sol los derrita.
“Pueden ver perfectamente y utilizan la ecolocación, un sistema natural de radar que les permite orientarse en la oscuridad”, explicó Liz Siles durante el conversatorio.
Más grave es el mito medicinal, en algunos mercados todavía se venden murciélagos secos con la creencia de que curan la epilepsia o atraen buena suerte. El Programa para la Conservación de Murciélagos de Bolivia (PCMB) documentó que en 2010 se comercializaban miles de ejemplares con este fin.
“El PCMB recibe cada año llamadas de personas que buscan comprar murciélagos para curar a un familiar enfermo”. “Aunque esa venta ya no es abierta, persiste como práctica oculta en algunas zonas andinas”, relató Isabel Galarza.
“Es una práctica cultural que debemos reemplazar por conocimiento. Cuando comprendemos su función ecológica, el miedo se transforma en respeto.”
Murciélagos que solo existen en Bolivia

Bolivia alberga más de 140 especies de murciélagos y al menos una es endémica, Myotis midastactus, conocido como murciélago dorado del Beni, descrito científicamente en 2014 y famoso por su pelaje amarillo intenso.
Otras especies destacadas, como el Thyroptera tricolor o murciélago con ventosas de Spix, antes consideradas endémicas, hoy cuentan con registros en otros países amazónicos.
“Hablar de los murciélagos bolivianos es hablar de patrimonio natural vivo”, afirma Luis Acosta, quien trabaja en la catalogación de mamíferos del país. “Si desaparecen, también desaparece una parte del equilibrio ecológico que sostiene nuestros bosques y cultivos.”
Acosta mencionó que la implementación de refugios artificiales puede ayudar a disminuir la invasión de murciélagos en las casas.
Aliados de la noche

A diferencia de su reputación siniestra, los murciélagos cumplen funciones vitales, por ejemplo, cada individuo puede devorar más de mil mosquitos en una sola noche, controlando plagas que afectan a la agricultura y la salud humana. Otros se alimentan de frutas y néctar, dispersando semillas y polinizando plantas que florecen solo de noche.
“Sin ellos, muchas frutas tropicales y flores silvestres simplemente desaparecerían”, recuerda Siles, citando estudios del PCMB y de la ONG Armonía Bolivia, que desde hace años promueven su protección.
Por eso, cada vez más proyectos ambientales en el país incluyen acciones de educación comunitaria: talleres nocturnos, caminatas guiadas y monitoreo con detectores ultrasónicos que permiten escuchar lo que el oído humano no puede.
“Cuando las personas los ven de cerca, dejan de ver monstruos y descubren criaturas frágiles y hermosas.” Concluye Galarza.
Si un murciélago entra en casa
La curiosidad o el azar pueden llevar a que un murciélago entre en una vivienda, especialmente en época seca o de altas temperaturas, por ello, los especialistas recomiendan no entrar en pánico ni intentar atraparlo con las manos.
“No hay que matarlos ni golpearlos”, explicó Isabel Galarza, del PCMB. “Lo mejor es cerrar la habitación, apagar las luces y abrir una ventana o puerta para que salga solo. Si no puede volar, puede cubrirse con una toalla y liberarse afuera al anochecer.”
Liz Siles añadió que los gritos y luces solo los confunden, “No buscan atacar a nadie. Cuando vuelan bajo es porque están desorientados, intentando encontrar la salida.”
En caso de encontrar un murciélago herido, el PCMB recomienda contactar al equipo de conservación o a las autoridades ambientales locales, sin manipular al animal directamente.
Una lección para Todos Santos
Mientras las familias bolivianas levantan mesas y altares para recibir a sus difuntos, los murciélagos siguen cruzando el cielo en silencio, en la cosmovisión andina, lo que habita la noche no necesariamente representa la muerte, sino el tránsito, el descanso y la renovación.
“Los murciélagos trabajan cuando dormimos”, reflexionó la periodista Miriam Jemio. “Mantienen los bosques vivos, polinizan, equilibran, ellos son parte de nuestras tradiciones y de nuestro futuro.”
Así, entre calabazas de chocolates y luces de vela, la ciencia propone un gesto simple, mirar hacia arriba, agradecer la vida que vuela sobre nosotros y reconciliarnos con los seres de la oscuridad que también nos protege.
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