El Pantanal es un paisaje que se mueve. Cuando llegan las lluvias, puede parecer un mar interior; cuando el agua se retira, emergen praderas donde pastan los ciervos, bosques ribereños donde descansan los jaguares y lagunas que más tarde se transforman en senderos temporales para la fauna.
La Paz, 16 noviembre (ANA).- Cada 12 de noviembre se celebra el Día del Pantanal, una fecha creada para reconocer la grandeza del humedal tropical más extenso del planeta. Durante años fue una jornada de orgullo: un homenaje a los jaguares que patrullan las orillas, a los cielos abiertos que anuncian las lluvias y a las parabas azules que sobrevuelan los palmares. Pero hoy la celebración convive con cierta inquietud. Mientras en redes se publican mensajes conmemorativos, algunos de los sectores mejor conservados del Pantanal arden, los ríos bajan más que antes y las comunidades ribereñas observan cómo el ciclo del agua se vuelve impredecible.
El Pantanal es un paisaje que se mueve. Cuando llegan las lluvias, puede parecer un mar interior; cuando el agua se retira, emergen praderas donde pastan los ciervos, bosques ribereños donde descansan los jaguares y lagunas que más tarde se transforman en senderos temporales para la fauna. Su máxima expansión supera los 200.000 kilómetros cuadrados y, aunque la mayor parte se encuentra en Brasil, cerca del 20 % (3,2 millones de hectáreas) está en Bolivia, donde la vida de pueblos indígenas como el pueblo Chiquitano sigue marcada por los pulsos del agua. Su grandeza no radica solo en su tamaño, sino en su capacidad de transformar el agua en vida. Ese valor está reconocido internacionalmente: amplias zonas del Pantanal cuentan con la categoría de Sitio Ramsar, que certifica su importancia para la biodiversidad global y la seguridad hídrica regional.

Incendios que ensombrecen la celebración
Este año, en periodos previos y posteriores al Día del Pantanal, uno de los íconos del humedal boliviano está en llamas. “Uno de los parques nacionales más conservados del Pantanal, que es el Otuquis en Bolivia, que está quemándose”, afirma Liceette Chavarro, coordinadora regional del Programa Pantanal de WWF. Y añade un punto crucial: “No son por causas naturales… es por la ampliación de la frontera agrícola tanto a nivel nacional como internacional”.
Para Chavarro, el problema no es solo la frecuencia del fuego, sino el daño acumulado. “Llegan momentos donde el mismo ecosistema ya no se recupera pronto, donde hay cicatrices que se están dando”.
Junto a Otuquis, Bolivia protege también el Área Natural de Manejo Integrado San Matías. Entre ambas suman más de 3,9 millones de hectáreas, conformando uno de los mosaicos protegidos más grandes del país y uno de los más estratégicos del Pantanal continental. Ambos cuentan con la categoría de Sitio Ramsar.
Un paisaje que depende del agua y que aún no entendemos del todo

El río Paraguay, la arteria que alimenta al Pantanal, también muestra señales de agotamiento. “La contribución subterránea hídrica desde el Chaco hacia el Pantanal es increíble”, explica Chavarro. Una parte vital del agua que sostiene el humedal no cae directamente del cielo: llega desde acuíferos y recargas externas. Si esa recarga falla, el Pantanal pierde su capacidad de regular el clima y sostener la vida estacional que lo caracteriza.
Por eso el Día del Pantanal no es solo una celebración; es un recordatorio de vulnerabilidad.
En los mapas hay fronteras; en el Pantanal, el agua y la vida fluyen como si no existieran. “Toda esta región debería tener un acuerdo para cuidar el Pantanal”, señala Chavarro. “Existen compromisos trinacionales, pero las decisiones siguen respondiendo a intereses nacionales”.
Aunque se le llame “pantano”, el Pantanal es mucho más que eso: un mosaico dinámico de lagunas, sabanas inundables, bosques ribereños y corredores de agua donde la fauna se acomoda según la estación: ciervos en las praderas; peces que avanzan hacia los bosques inundados; jaguares que encuentran alimento en la transición entre agua y tierra; parabas que dependen de palmares que solo prosperan en zonas periódicamente anegadas. Todo ese movimiento depende de que el agua llegue, fluya y se almacene sin interrupciones.
Presiones crecientes, el Mutún y la estabilidad del humedal

Tanto Chavarro como Araujo coinciden en que las presiones sobre el Pantanal no solo provienen de la deforestación y el fuego. En el extremo oriental del humedal, el proyecto del Mutún, una de las mayores reservas de hierro del continente, aparece como un punto crítico. Chavarro recuerda que su desarrollo implica carreteras, infraestructura y una alta demanda de agua en un paisaje que funciona gracias a pulsos hídricos libres y dinámicos. “El Pantanal no es un paisaje estático; es un sistema vivo que respira agua y que puede perder estabilidad si se interrumpen sus pulsos naturales”, advierte.
Araujo coincide desde la hidrología: lo que ocurra allí no se queda allí. “Cuando se modifica el ciclo del agua en una parte del Pantanal, los efectos continúan hacia los otros países”, explica. La infraestructura pesada, la alteración del drenaje y la demanda de agua pueden afectar no solo la región boliviana, sino también las zonas bajas del humedal brasileño y paraguayo. Por eso insiste en que proyectos de esta escala deben evaluarse por su impacto en el caudal ecológico, el flujo mínimo necesario para sostener el ciclo de inundación y sequía.
Soluciones que ayudan a conservar
La ciencia coincide en que la forma más eficaz de proteger el Pantanal es respetar su funcionamiento natural. Restaurar bosques, proteger nacientes, recuperar humedales degradados y manejar el fuego con criterios ecológicos forman parte de las llamadas soluciones basadas en la naturaleza, estrategias que funcionan porque imitan la dinámica del propio ecosistema: dejar que el agua fluya donde debe fluir, permitir que la vegetación cumpla su rol de filtro y mantener los ciclos de inundación y sequía.
En contra de la percepción común, la ganadería tradicional del Pantanal no solo convive con el agua: está moldeada por ella. Durante siglos, el sistema productivo se ha movido al compás del humedal, alternando pasturas naturales según las estaciones. Para Chavarro, el sector está dando un paso decisivo: “Hay productores de ganadería que están queriendo ya explorar el tema de la carne sostenible, de una carne que venga de cero deforestación”. Y añade: “Hay una forma de ganadería que puede también contribuir a mantener los bosques en pie”.
El concepto crece en la región. En Brasil, las carnes con trazabilidad sostenible ya están en el mercado, y en Bolivia algunos productores comienzan a incorporar prácticas que reducen la presión sobre los bosques y mejoran la salud del suelo. Chavarro lo resume así: “El consumidor también es parte del ecosistema”. Preguntar por el origen de la carne, elegir productos sostenibles y apoyar modelos de bajo impacto son acciones directas para proteger el Pantanal.
Una esponja continental bajo amenazas compartidas
Para Natalia Araujo, gerente regional de Pew Charitable Trusts, el Pantanal es ante todo un regulador hídrico continental. “Es uno de los sitios importantes del planeta que nos ayudan a estabilizar y regular el ciclo del agua. Funciona como una especie de esponja donde va llegando el agua de distintos cursos”. Esa esponja evita desastres durante lluvias extremas y sostiene la vida en épocas de sequía.
Araujo advierte que estas amenazas no respetan fronteras nacionales. “Los incendios no conocen fronteras… empiezan en un país y terminan afectando al otro”.
Lo mismo ocurre con las decisiones sobre infraestructura fluvial. Una de las más sensibles es la hidrovía Paraguay–Paraná. “Una hidrovía requiere dragado… y probablemente va a alterar este ciclo de regulación del agua. Varias zonas del gran pantano pueden secarse”, señala.
El dragado continuo, la rectificación de cauces y el aumento del tráfico fluvial pueden modificar la velocidad con la que el agua llega al Pantanal y su distribución estacional, afectando inundaciones que sostienen a jaguares, ciervos, aves acuáticas y cientos de especies más.
Por eso Araujo introduce un concepto poco familiar para el público general: el caudal ecológico. “Los ecosistemas acuáticos necesitan una cantidad de agua estándar… para asegurar el ciclo de inundación y sequía”.
Turismo trinacional, economías que conservan
Araujo coincide con Chavarro en que el Pantanal puede sostener economías de bajo impacto. “El Pantanal tiene pasturas naturales donde puede convivir la ganadería de bajo impacto”, afirma. Ambas subrayan el rol del turismo de naturaleza, un sector que depende directamente de que el ecosistema siga vivo.
“El turismo de naturaleza requiere fauna, belleza escénica… y genera trabajo distribuido en toda la cadena”, explica Araujo.
Ese turismo ya está en marcha en los tres países:
- Brasil recibe visitantes de todo el mundo en Porto Jofre o Corumbá para observar jaguares en libertad.
- Bolivia impulsa iniciativas de aviturismo, pesca deportiva y turismo comunitario en Otuquis, San Matías y Puerto Suárez.
- Paraguay desarrolla turismo de naturaleza en Bahía Negra y en estancias cercanas al río, donde la observación de aves acuáticas es uno de los principales atractivos.
Sin agua, sin paisaje y sin fauna, esta cadena económica simplemente desaparece.
Ciudadanía y un futuro compartido
El Pantanal enfrenta amenazas crecientes —incendios, deforestación, cambio climático y alteración de su ciclo hídrico— que ningún país puede resolver por separado. Por eso, Bolivia participa en iniciativas regionales como PantaNow, que fortalecen el monitoreo conjunto, el intercambio científico y la coordinación entre los tres países que comparten el humedal.
Pero la conservación no ocurre solo en acuerdos internacionales: también se construye desde las comunidades. En municipios como Puerto Suárez, Puerto Quijarro y El Carmen Rivero Tórrez, el Día del Pantanal se vive con ferias ambientales, talleres educativos, voluntariado y actividades que muestran que la defensa del humedal también depende de la ciudadanía.
“Cuando promovemos turismo o ganadería sostenible, estamos siendo parte de la solución”, afirma Araujo. Su reflexión final sintetiza lo que está en juego: “El agua y la vida están en juego cuando perdemos un ecosistema tan importante como el Pantanal”.
Esta nota fue elaborada a partir de entrevistas exclusivas realizadas por la Agencia de Noticias Ambientales a Liceette Chavarro, coordinadora regional del Programa Pantanal de WWF, y Natalia Araujo, gerente regional de Pew Charitable Trusts y especialista en planificación ecológica, durante la conmemoración del Día del Pantanal y en el marco del esfuerzo trinacional por fortalecer la conservación, la gobernanza hídrica y las soluciones basadas en la naturaleza en el mayor humedal del mundo (WWF–PEW, 2025).
/ANA/












