* Daniel Rivera Catacora
Odio es, en efecto, una palabra muy fuerte para poder definir la relación entre los paceños y el arbolado urbano, pero frente a la creciente proliferación de árboles maltratados y destruidos en la urbe es difícil encontrar otra palabra más adecuada.
Vamos al grano, el problema estriba en las ‘periódicas’ intervenciones que se perpetran contra todo tipo de especies arbóreas de la ciudad, dicha intervención, mal llamada ‘poda’ se ha aplicado y se sigue aplicando en todos los barrios de la ciudad. Efectuadas deficientemente y sin ningún criterio técnico, lejos de beneficiar al mantenimiento y a las funciones ecológicas del espécimen, logran lo contrario: la alteración irreparable de la estructura natural del árbol, la debilitación del espécimen (haciéndolo propenso a infecciones y plagas, usualmente causando su muerte, dada la periodicidad del maltrato), la eliminación de los beneficios urbanos del árbol, y no menos importante la devastación de los servicios ecológicos del mismo.
¿Por qué es importante la estructura natural del árbol? Porque los árboles ya de por sí son grandes contribuyentes en la lucha contra el cambio climático (almacenan en sus ramas el carbono que absorben de la atmósfera); son ecosistemas completos en sí mismos. Un árbol maduro con su copa natural sirve de hogar para aves, insectos (polinizadores), musgos y líquenes; coadyuvando en lo estético; además, de aportar necesarios filtros para la contaminación auditiva, atmosférica y visual. Por otro lado, la alteración de la estructura de árbol engendra una estructura débil, propensa a rupturas y accidentes, debido a la pobre calidad de la madera generada por el organismo estresado. Entonces, ¿por qué se insiste en un modelo estético anticuado, dañino e irresponsable?
Por tradicionalismo, probablemente, generaciones y generaciones de ciudadanos crecieron pensando que la poda es parte de una gestión responsable del arbolado, empero la lógica que permea detrás de dicha práctica es el mismo precepto colonialista de doblegar a la naturaleza al capricho y voluntad humana. Asimismo, la destrucción de los árboles también se da para ‘acomodar’ infraestructuras existentes, como el obsoleto tendido eléctrico (aquel enmarañado de cables que nadie se atreve a tocar) o nuevas como las más recientes edificaciones en la ciudad, esas que depredan las áreas verdes y el derecho al sol de los vecinos.
¿Qué papel juega el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz? Uno bastante incomprensible, pues cuenta con algunas normativas que salvaguardan la integridad de árboles en algunas circunstancias, sin embargo, en la práctica no se aplican como tal. El GAMLP enfoca sus objetivos y metas en números de árboles plantados, muy loable, pero en contraste con las evidentes necesidades de la ciudad, se aprecia la renovación de algunos espacios, empero no es suficiente.
Es menester establecer una relación con los ciudadanos respecto a los espacios verdes urbanos, el balance ecológico en la ciudad de La Paz, y basada en la comunicación de información beneficiosa para todos los ciudadanos; el cuidado de árboles viejos/añejos es especial y muy necesario en los pocos ejemplares que quedan saludables en la ciudad; asimismo, el tratamiento pertinente para aquellos enfermos o moribundos; la creación de más y mejores espacios verdes, que vayan acordes a las necesidades de la ciudadanía, en lugar de alterar los ya existentes. La alcaldía, empero, ha permitido trabajos de poda devastadores, y ha perpetrado otros tantos en plazas y parques donde no hacía falta una intervención tan destructiva. ¿Se perpetró tanto destrozo para dar una ‘aparente’ imagen de municipalidad?
¿Quienes ganan con estas podas devastadoras? Jardineros de poca monta, que con poca instrucción y menos escrúpulos destruyen el patrimonio verde de la ciudad, a beneplácito de muchos.
¿Quiénes pierden con la continuidad de estas prácticas? Los paceños en general, ya que vamos erradicando lentamente los pocos atisbos de naturaleza que quedan en una ciudad dominada y enamorada del ladrillo y cemento; perdemos la belleza del canto de las aves y su avistamiento; perdemos de vista el ciclo vital de las estaciones que se plasma fiel en los árboles.
Vecinos y vecinas, esa práctica tan común no es poda, es mutilación. Por el bien de todos los paceños y paceñas, eviten contratar ese tipo de servicios, eviten perpetrar ustedes mismos estas mutilaciones porque son peligrosas, innecesarias, costosas y feas; si no esas no fueran razones suficientes, recordad que el árbol también es un ser vivo.