A la distancia observamos algo así como siluetas de personas que nos esperaban en las cimas, pero eran apachetas colocadas por los montañistas y viajeros.
La Paz, junio de 2022 (ANA).- Muchas personas desconocen su entorno, y es que la naturaleza, en este caso por el lado de la Cumbre bajando a Los Yungas, en esta época de frío gélido que se cierne sobre esos sectores, es realmente maravillosa, pues ofrece panoramas surrealistas al visitante, así como obras de arte en piedra y hielo.
Nueva salida del Club de Excursionismo, Andinismo y Camping (Ceac), esta vez éramos siete personas, todos decididos a efectuar una travesía inolvidable. Si bien debíamos salir a Hrs. 7.00 de ese sábado 18 de junio, nos retrasamos porque algunos no pudieron llegar a tiempo por distintas causas, por eso hay que recordar “si quieres volver temprano, también hay que salir temprano”…ah, tampoco hay que olvidar ser puntuales, eso es muy importante.
Luego de encontrarnos en Pza. Villarroel, nos dirigimos a la terminal de Minasa para de allí conseguir un transporte que nos lleve a todos hasta la Cumbre camino a Los Yungas y desde allí al sector de las Antenas, desde donde iniciaríamos el trekking. Un detalle, justo al vehículo que debía trasladarnos, los de Tránsito le pusieron trampa, pero para salir se la quitaron y no hubo más problema.
Vertientes congeladas
En un día despejado, aunque bastante frío, luego de arribar a las Antenas nos encaminamos por el sector (subiendo hacia el este de la laguna Estrellani), desde ahí comenzamos a caminar hacia el sureste, entre morrenas congeladas, lagunas azules, el sol brillando y vistas espectaculares.
Rodeando algunas lomas cuya cima descendía bruscamente terminando en farallones, a fin de evitar uno, nos desprendimos por otro lado que nos parecía menos arriesgado. Y sí, era hermoso, pero bastante riesgoso, se trataba de unas cascadas cuyas aguas se habían congelado y debíamos bajar por allí.
Decidimos bordearlas evitando pisar el hielo, y es que no trajimos equipo para eso, pues no habíamos proyectado ir por ahí. Eso sí, hicimos uso de cuerdas para sujetarnos, ésas siempre las llevamos, así como un botiquín de primeros auxilios. Luego de vencer ese inesperado trecho, continuamos el descenso por un cañón, el sendero era estrecho y cubierto de pajas y arbustos, debíamos ir con calma para no pisar en falso.
Apachetas y montañistas paralizados
De pronto avistamos unas siluetas como de personas que estaban de pie en un abra, pero no, en realidad eran apachetas, sin embargo en nuestra imaginación se trataba de excursionistas que se detuvieron a descansar en la cima, quienes de pronto quedaron congelados.
Uno de los montañistas que iba con nosotros explicó a los demás que las apachetas (columnas de piedras sobre piedras) eran colocadas como una muestra de respeto de los excursionistas a la montaña, a quien de esa forma pedían permiso para continuar adelante. Sí, en una crónica anterior dijimos que parecía como si alguien hubiera jugado “jenga” allí, pero no era precisamente eso.
Paraísos de estalactitas de hielo
Había que continuar, más abajo hallamos al menos un par de lagunas de aguas profundas. Si alguien hubiera caído allí le hubiera sido muy difícil salir, además esas aguas estaban a una temperatura glacial. Tampoco faltaban los bofedales, no precisamente secos, pero casi solidificados por las bajísimas temperaturas. La ruta de descenso se hacía más estrecha y el estar muy alerta y concentrado para evitar cualquier descuido era imprescindible.
Prosiguiendo el pronunciado descenso entre morrenas y sectores resbalosos, de pronto tropezamos con una escena fantástica, era prodigiosa y sorprendente. Se trataba de nada menos que unas cascadas congeladas que formaban blancas estalactitas de hielo. Todos quedamos pasmados ante tanta belleza, pero estaba ahí, tomamos algunas fotos tanto del panorama como del grupo, eso no lo olvidaríamos nunca.
Senderos prehispánicos
Casi cubiertos por la neblina que subía desde Los Yungas, observamos que la senda pétrea por la que recorríamos fue tallada, posiblemente hace centenares de años, en forma de gradas para facilitar el paso por el sector, inclusive había trechos en los que el sendero estaba sostenido por rocas del área.
Si bien más adelante observamos algunos socavones que formaban parte de la mina Valenciana, dedujimos que los trabajos en el sendero formaban parte de rutas prehispánicas que conectaban las tierras altas con las tierras bajas y permitían intercambiar la producción como papas, cacao, frutas y otros. Incluso algunas ruinas de lo que se supone eran las dependencias de las hoy abandonadas minas, semejaban silos donde se conservaban los productos alimenticios de la tierra.
El marcado desnivel aún no concluía, pese a que almorzamos junto a una pequeña laguna, había que seguir bajando. Ya las rodillas dolían, tampoco llevamos rodilleras, pero la energía que emanaba de las rocas, arbustos y acuíferos compensaba cualquier molestia y constantemente nos renovaba las fuerzas.
Frío y neblina
Luego de casi seis horas de ese tipo de caminata y pese a la neblina, podíamos divisar la carretera asfaltada que baja de la Cumbre a Los Yungas. Aún quedaba un buen trecho para bajar, pero ya llegaba a nuestros oídos el rumor de los vehículos que circulaban de ida y venida por esa vía.
Recién eran algo así como las cinco de la tarde, pero la fuerte neblina ocultaba el sol. Así, los siete llegamos a la tranca de Umopar para el control de los camiones y camionetas cargados que vienen de Los Yungas, generalmente con coca, naranjas y mandarinas. En ese lugar debíamos embarcarnos para retornar a La Paz. Todas las tiendas estaban cerradas y el único que vino donde estábamos fue un amistoso perrito del lugar. (VLM)