También llamada Bumbuni, su nombre original, es una caída de agua que supera los sesenta metros y a la que se llega luego de caminar por más de cuatro horas ascendiendo entre el río y el monte, en ocasiones con el agua hasta el pecho.
La Paz, septiembre de 2022 (ANA).- Esta vez debíamos comenzar visitando la cascada Paraíso, para ello, luego de llegar a la población de Suapi a eso del mediodía tras de salir de La Paz aproximadamente a las 08.30 y a fin de no llegar de noche a nuestro destino, un vehículo nos trasladó por veinte minutos desde el pueblo hasta un puente desde donde iniciaríamos el recorrido por el río Bumbuni.
Éramos ocho personas, incluido el guía nativo, quienes participamos en una expedición organizada por miembros del club de Excursionismo, Andinismo y Camping (Ceac). Solo llevábamos una mochila ligera, lo demás se quedó donde nos alojamos en ese pueblo del norte de Los Yungas. Desde el sector del puente comenzó la accidentada caminata. También nos topamos con un numeroso grupo de unos treinta estudiantes que con dos guías se dirigían hacia Supay Punku, pero luego de unos minutos nuestra comitiva enderezó hacia la izquierda en pos de nuestro destino: la cascada Paraíso o Bumbuni.
Luego de meternos al agua del río por un trecho, nos tocó subir por un angosto sendero cubierto de hojarasca que atravesaba el monte, allí la vegetación era variada y tupida, helechos enormes, flores exóticas, altos árboles…pero más arriba tropezamos con algo que no era precisamente atractivo, se trataba de un amplio espacio deforestado donde gente codiciosa y sin escrúpulos había procedido a talar los árboles.
A través del río y el monte
Vencido el lugar nuevamente debimos seguir por el río, cuán importante es llevar los zapatos puestos al atravesarlo, cruzamos a otra ribera y a continuar, allí había grandes y acebradas mariposas, se oían los chillidos de los pájaros e inclusive avistamos en lo alto de los árboles a monos silbadores que saltaban de una rama a otra. Realmente esos simios de verdad son libres, más allá de otras consideraciones que por ahora no vienen al caso.
“Están animales como los monos silbador martín, el puercoespín, también están los famosos tunqui, un ave roja que es de Coroico el símbolo, después tenemos serpientes, o sea variedad en general. En cuestión de peces también hay como cuatro o cinco variedades, entre ellos tenemos al suchi, el gapolosino, el plateado, el karancho, el pintor, se refirió Grover Conde, el guía suapeño que nos condujo a esos increíbles sitios.
Su majestad, la cascada Bumbuni
Luego de más de cuatro horas atravesando las aguas sobre troncos, internarnos nuevamente en el monte, seguir el accidentado curso del río empleando varas de madera que algunos trajimos desde el pueblo (era llevar leña al monte, pues allí habían varas botadas en todas partes) y cruzarlo varias veces de una ribera a otra para seguir subiendo, por fin avistamos nuestro destino: la cascada Bumbuni, eufemísticamente llamada Paraíso. Ah, según nos comentó el guía, el nombre de Bumbuni procede del retumbar de las aguas que caen por la cascada…búm…búm…
La cascada era una majestuosa caída de más de sesenta metros, aguas blancas por la espuma que también formaban una cortina de gotas transparentes. Sin embargo para acceder a ese sitio y como estábamos algunos metros más abajo, fue necesario escalar junto a una mediana cascada fuertemente aferrados a una cuerda que ya estaba bien fijada a una roca de más arriba: las manos sujetas firmemente al cordel, las piernas contra el muro de roca y medianamente abiertas…luego a izarse para subir y al volver, otra vez a deslizarse para bajar, algo así como hacer rápel, pero sin ninguna cuerda de seguridad. Eso sí, ya en río, el agua nos llegaba hasta el pecho.
Lamentablemente una imprudencia hizo que el celular con el que tomamos imágenes se mojara, no cerramos bien la bolsa de nylon que quien sugirió la expedición nos proporcionó…ni modo, más bien fue posible hacer reparar el dispositivo y recuperar los datos ya en La Paz, aunque solo por veinticuatro horas. Lo mismo le ocurrió a la billetera, más bien que el papel moneda secó rápido. Eso sí, quedamos empapados y ya comenzaba a sentirse el frío.
Sin embargo aún quedaba una sorpresa, pues de pronto hallamos una piedra grande que tenía interesantes grabados. Se trataba de moluscos fosilizados que dejaron su estampa indeleble en la roca. La imagen nítidamente nos mostraba esas marcas de hace miles de años, seguramente cuando esa cuenca y Los Yungas en general se encontraban en proceso de formación.
Retorno con linternas
A retornar, era alrededor de las seis de la tarde y empezaba a oscurecer partir de esa hora. Esta vez tocaba descender, era precisa mucha más precaución, nunca hay que apoyarse plenamente en una superficie, salvo que sea cien por cien segura. A encender las linternas frontales, ahora se oía el ulular de algunas aves nocturnas, de la misma manera el cri cri de los grillos.
Algunos ya estábamos exhaustos, subir, bajar: monte, ríos, senderos, rocas; hasta que después de casi cinco horas, alrededor de las diez de la noche, llegamos al camino carretero por donde vinimos hasta el puente. Allí el guía nos recogió en una vagoneta y luego de unos minutos llegamos al pueblo, como era la fiesta del lugar, la gente estaba concentrada en la plaza, frente a un escenario que armaron allí, vimos que los de la saya Afroboliviana que llegaron desde el vecino pueblo de Mururata se disponían a presentarse.
Día antes fue difícil dormir por el ruido de la verbena en la ciudad de La Paz, pero en Suapi la cosa no cambiaría, pero eso sí, todo fue hermoso, único y genial; la promesa: volver pronto. (VLM)