Ascendimos en pos del sol hasta llegar a Chucura y de allí a la parte más alta de la cumbre a Los Yungas.
Foto principal ANA
La Paz, junio de 2022 (ANA).- La magnificencia de la naturaleza es impresionante y nunca deja de sorprender con la combinación de sus múltiples elementos, ya sea un cielo despejado, lagunas, viento helado, neblina, diferentes tonalidades de la tierra, pajas, hierbas y helechos, pero eso sí, hay que respetarla y no lucrar con ella.
Esta vez sumamos veinte personas que ocupamos dos minibuses para arribar al punto de partida, aproximadamente a las ocho de la mañana. Se trataba de la localidad de Pongo (cerca a nuestro destino de una salida anterior.
Sin embargo ahora debíamos caminar siete horas en pendiente con algunos desniveles hasta la localidad de Chucura, que se encuentra atravesada por el famoso camino prehispánico de El Choro, todo en el área del parque Nacional Cotapata.
Ascenso empinado
Bueno, como esta nota es una crónica hay que empezar desde el momento de la salida. La carretera hacia la Cumbre a Los Yungas estaba bordeada de laderas escarchadas. Los minibuses salieron de la carretera hacia Los Yungas para luego de unos metros, detenerse fuera del camino en medio de un frío intenso.
Allí bajamos todos, preparamos nuestras mochilas e indumentaria y nos dispusimos a iniciar el trekk, como siempre, los montañistas del Club de Excursionismo, Andinismo y Camping (Ceac) indicaron el orden a seguir durante el recorrido, mostraron la ruta, recomendaron no dejar basura, así como el adoptar algunas precauciones.
Y comenzó el ascenso por un sendero abierto por trabajadores de alguna cooperativa minera, eso sí, era bastante empinado, subimos un largo trecho en el que a momentos nos deteníamos para reagruparnos y retomar fuerzas. A recordar, no había que subir muy abrigados, porque el esfuerzo y movimiento creaban calor y transpiración en nuestros cuerpos.
Inicialmente nuestra motivación era un sitio soleado más arriba, porque el punto de partida estaba cubierto de sombra, si bien ese día era el feriado del año Nuevo Andino Amazónico Chaqueño, precisamente el año 5530 en el calendario aymara; bueno, nosotros lo recibiríamos así, con un trekk y subiendo en pos del sol.
Laguna Espejani
En algunos trechos del ascenso cortábamos camino, pero al final era casi igual, porque al hacerlo el ascenso se hacía mucho más empinado y el esfuerzo era mayor, es así que arribamos a una altura donde había una laguna mediana a la que bautizamos Espejani porque era azul y reflejaba las montañas y el cielo. Seguramente tenía otro nombre, pero nadie supo cuál era en realidad.
Continuamos el ascenso hasta que llegamos a una altura de aproximadamente 4.800 metros donde el camino estaba cerrado por una barrera de piedras seguramente colocada por gente que explota las riquezas minerales del sector. En cualquier caso ello era arbitrario bajo todo punto de vista, porque nadie tiene derecho a cerrar una vía pública, ya sea en el área urbana o rural, ello es completamente ilegal.
Bocaminas y barreras arbitrarias
Además el sitio estaba señalizado con un muñeco y una especie de campana de lata. Después de levantar algunas piedras de la barrera que habría sido colocada para evitar el tránsito de animales, logramos pasar todos para volver a colocar las piedras que retiramos, ello para evitar represalias de la gente que creó la barrera y especialmente, velando por la seguridad de todos quienes integrábamos ese trekk.
Mientras ascendía la neblina, continuamos por el sendero que se extendía por la ladera de una de las montañas del área hasta que arribamos a otra plataforma donde finalizaba la vía, justo unos metros más allá de algunas bocaminas donde aprovechamos para fotografiarnos a la entrada de los socavones.
Descenso tortuoso
Ahora tocaba descender, ya se había acabado el camino y era muy difícil seguir la huella, el sentido de orientación del montañista que nos conducía por el sector hizo que no nos perdiéramos de la senda que solo podía divisarse porque las piedras estaban cubiertas de un musgo entre marrón y naranja.
Una indicación muy importante fue la de que en cada montículo rocoso, había piedras acumuladas que indicaban la ruta al excursionista, pues estaban junto a la senda, que aunque cubierta de pajas y hierba, conducía a la localidad de Chucura, claro, primero debíamos bajar hasta una especie de valle, pero eso sí, así como otros marcaron la senda para nosotros, pues nos tocaba marcarla también para los que vengan.
El descenso era tortuoso y hacía padecer nuestras rodillas, por eso era importante bajar siempre con la punta de los pies primero, aunque no pudimos evitar el resbalar en más de una ocasión, la senda era pedregosa, muy estrecha y el declive pronunciado. Ya habíamos hecho más de once kilómetros hasta allí, primero una pronunciada subida y luego la bajada al valle.
Retorno sobre las nubes
Nuevamente advertimos el cambio en la vegetación de la característica de las alturas a la típica de Los Yungas, de ese modo concluimos el descenso por la ladera, otra vez nos reagrupamos y ahora sí, a seguir bajando pero esta vez ya en un valle levemente inclinado, hasta llegar a la población de Chucura.
Y a eso de las cinco y media llegamos a esa población que se extendía por varios centenares de metros hasta arribar al otro extremo, era como un pueblo de hobbits con pequeñas casas de piedra, algunas tenían el techo en forma de arco, todo estaba cubierto por la neblina, pero al otro extremo nos aguardaban los minibuses para llevarnos de retorno a la ciudad de La Paz, en el camino pudimos ver espectaculares panoramas donde las nubes estaban por debajo de nosotros. (VLM)